Textos

"Reseñas, reflexiones y poemas."

Pintura después de pandemia.

Reflexión de Emilio Jiménez:

Las piezas fueron realizadas en inicio de la primavera del año en curso 2021 son cuatro pinturas que respondieron al estado de mejoría interna del ánimo personal y un tanto colectivo pasado por la pandemia. Mi trabajo que realice en el estudio durante 2020 fue muy oscuro y pesimista, violento y caótico en dibujo, el proceso fue gradual al hacer mucho apunte y dibujo que retomaba con mucha fuerza y daba a veces algunas pistas de no saber bien por donde pondría continuar.

Los siguientes pasos al revisar mis libretas de apuntes me daba cuenta de no tener un tema o un proyecto pero fue resultando, al observar la insistencia de la naturaleza en formas simples y a veces más complejas al realizar el camino de 10 min en bicicleta de mi casa a mi estudio que empezaba a tener reflexiones de la rutina diaria de trabajo y de la sobrevivencia al saber muriendo las personas y el mundo estaba en shock por la pandemia hizo una pausa en el planeta.

Al registrar mi voluntad de permanecer fue que continué dibujando sin importar mucho lo que me pasara. Mi trabajo dentro de mi campo fue hacer mapeos internos de emociones la idea de la contemplación del paisaje me daba cuenta que uno era parte de lo observado, que esto es muy importante por que sacude la idea moderna extracción y depredación del entorno, de la tierra de las personas, de las especies. Es así que inicie pintando con mucho ánimo con colores cálidos y con una luz que atempera la imagen y la noción articulada del individuo, el paisaje, el caos, y el universo que conforma la salud y la enfermedad en un cuerpo que depende de la salud del ecosistema y mi serie de cuatro pinturas hablan de un cuerpo enfermo recuperado y revolucionado, la intención del paisaje es un contemplación-acción de la imagen que son atardeceres donde la ficción y la realidad se confunden.

EMILIO JIMONE.

- Artista.

México, enero, 2022.

Reseña de Guillermo Aragón Rivas

Reseña de Guillermo Aragón Rivas, de La obra de Emilio Jimone.

Transitar por el trabajo expresionista de este artista es sumergirse en lo más profundo del viacrucis humano. Su lenguaje, a veces abstracto, furioso, explosivo, a veces alegre, tierno, libre, utiliza la abstracción y el dibujo alegórico para representar la naturaleza dual de la realidad.

Jimone a establecido en su semiótica el caos como expresión creativa, visualizándolo como el elemento transformador necesario para que el espectador narre su propia historia dentro del discurso estético que hábilmente arroja, como un guiño, a la parte más primitiva de nuestras reflexiones.

Utilizando un sin número de técnicas y soportes que van desde el temple hasta la instalación y el performance, Jimone rinde homenaje al transito de el arte colonial a las vanguardias del XX, pero va más allá, al revindicar en su obra expresiones tan variadas y olvidadas por la academia, como pueden ser, el ArtBrut, el graffiti y el collage Dadaista.

Salir de los laberintos que nos abrasan resulta, si cabe decirlo así, menos doloroso si tomamos el hilo que Emilio Jimone nos tiende para comprender la noche de nuestra propia realidad.

Guillermo Aragón Rivas.

- Crítico de arte.

México, 29 abril, 2020.

Apuntes y dimensiones transparentes

Crítica de Luis Ramaggio | La obra de Emilio Jiménez:

Las ideas tienen vocación. Y flotan. Pero eso no es algo que se haga evidente en la materialización del arte o en la coreografía filosófica que suele acompañar a -casi- todo discurso artístico, últimamente. La vocación de toda idea antecede, incluso, al pensamiento que luego le da forma. Se percibe. Se asimila desde el no-nombrar o desde la mirada nómada que se aleja del código cultural y sus compromisos conceptuales. O sea, las ideas se leen con un dificultoso y poco educado sentido: el olvido.

Emilio Jiménez es un joven artista cuya vocación es justo esa; darle vocación a la idea; no lo contrario. Porque lo fácil hubiese sido, para él, desarrollarse en su evidente talento dibujístico y en su clara relación con la gestualidad y el signo anímico, como bien connotan sus trabajos. Pero él prefiere domar ideas. Le gusta imaginar que existe alguna comunión sagrada entre las cosas y sus formas. Como si todo ser fuese discípulo de su forma o alguna situación así. Me hace pensar en dioses y milagros; en la materialidad y su asfixiante necesidad de espacio. Justo así; como estas letras y su relación enferma con las ideas que las persiguen mientras lo digo: metáfora de la metáfora.

Y es que la obra de Emilio podría interpretarse equívocamente si no se repara en sus alcances dimensionales (la narrativa sugerida, la conceptualidad aludida y esa punzante economía discursiva), pues participa muy de cerca con la manualidad y la exploración técnica; pero sus piezas son, claramente, “accesos” emocionales. Cada obra suya es una puerta sin nombre se va abriendo conforme se va mirando. Como el silencio. De frente, el espectador recibe una micro-educación al mirarlas. Un aleccionamiento sensorial y algunas bofetadas estéticas. Sus piezas reciben el tratamiento plástico de lo orgánico, pero no llegan a comprometer el signo de lo “retratado”. En su trabajo aparecen “seres” de extrañas vocaciones: gestos, guiños, contrastes, transparencias, difuminaciones, texturas, y otros actores que operan con agresividad en la percepción del espectador. No es un artesano. Emilio está buscando fórmulas de comunión entre los mundos del concepto y el “transe creativo”. Como un aprendiz de brujo, él se urge a sí mismo para desfragmentar realidades y personajes. Para desfigurar ideas y razones. Invoca; no materializa. Pero el ejercicio lo compele y arrebata: Como artista se queda solo en una dimensión de ideas naufragantes que describirían algún tipo de “instancia universal”, o principio de realidad si fuesen verbalizadas; como creador, se centra en un tono de rigor creativo y mucha disciplina discursiva.

¿A dónde va? ¿A sí mismo? ¿Para qué?

Emilio Jiménez podría ubicarse en casi cualquier oficio creativo, pues cuenta con un reactivo ingrediente existencial; la consciencia. No sucumbe a la adecuación simbólica y tampoco se deja atrapar por “frecuencias” culturales. Pero, hay todavía fronteras en sí mismo. Cosas que lo están mirando desde cerca mientras él cuestiona al mundo. Hasta ahora, su trabajo opera con independencia y mucha seguridad. Hay una extraña matemática a la que rinde culto en sus composiciones, que van desde “haceres” gráficos hasta interpretaciones performáticas y juegos conceptuales. Su creatividad se versa hacia lecturas deconstructivas de estructuras y formas “ultimas”; le gusta que su trabajo sea resultante de su profundo razonamiento. Cuando lo miras, se desvanece. Cuando lo nombras se hace dos.

¿Culpable?

De su obra -además- se podría decir mucho, pues es cambiante y dinámica. Me recuerda esos fuegos fátuos o los fatta morgana que tanto codicia la mirada. Yo predigo un pronto acontecimiento radical en su planeta creativo. Una revelación, o la sublimación de algo que hasta ahora le es cotidiano, y él y su arte ignoran. Porque al final de todo, el todo, es un apunte de otro todo. También.

Luis Ramaggio.

- Crítico de arte.

México, 16 septiembre, 2013.

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